Crear una familia. Ese era nuestro sueño. Y por fin, logramos hacerlo realidad. Como muchas parejas, cuando la vida no te ofrece la posibilidad de tenerlos por sí mismos, buscas alternativas. El camino hasta llegar aquí fue complicado. Pero todo el sufrimiento se da por bueno cuando sostienes en brazos a tu bebé y sonríes al ver su carita.
La noticia saltó a los medios hace tan solo unos días. Revuelo, indignación y debate de ideas a favor y en contra de la gestación subrogada. Se opina mucho, como es habitual en nuestro país, pero pocos son los que se interesan por la realidad. Es verdad que la maternidad subrogada no está regulada en España (si así hubiese sido casi ninguna de las parejas estaríamos aquí), pero nos sorprende como se tergiversan los hechos y se lanzan al vuelo juicios de valor sin mesura. Ucrania es un país donde la maternidad subrogada tiene un procedimiento amparado por el Estado; pero como ya he mencionado, ese no es el debate. Se podrá estar ética o moralmente a favor o en contra, pero lo que no debe pasarse por alto es la situación en la que se encuentran nuestros hijos. Estos niños, les guste o no a la autoridades españolas, son españoles; así lo establece la legislación vigente. La filiación paterna les otorga ese derecho, y esos derechos de estos menores son los que están siendo vapuleados por nuestra propia Administración.
Hace más de un mes y medio que estamos en Kiev esperando que el consulado español, que debería velar por sus derechos, nos reciba para inscribir en el Registro Civil español a nuestro bebé. El ordenamiento jurídico español establece el plazo de un mes como obligación de los padres en este sentido. Hace dos días nos han dado cita para finales de noviembre. Desconozco la carga de trabajo del consulado, pero son niños los que están desprotegidos, y no logramos entender como no se aceleran la concesión de las citas para darnos una salida. No nos negamos a que se realicen las pruebas que hagan falta para demostrar la paternidad genéticamente, pero no es de recibo que tengamos que esperar más de tres meses para iniciar el proceso. Y mientras tanto, los bebes están sin asistencia sanitaria, incumpliendo el calendario oficial de vacunación, viendo como el Estado español vulnera sus derechos.
Hemos recibido llamadas de amigos que con preocupación nos preguntan cómo nos encontramos y que cuál es la salida. Es difícil expresar la situación con palabras. Siendo españoles, y viniendo de un país solidario como ninguno, que acoge a quien huye de tierra propia en busca de un futuro mejor o que está a la cabeza del mundo como ejemplo de solidaridad en el trasplante de órganos, se nos antoja increíble lo que nos está sucediendo. Y esa indignación se te agarra dentro del pecho, cuando no encuentras solución para volver a casa. Ni mencionar que nuestros trabajos penden de un hilo, que los compañeros en muchos casos están echando una mano en lo que pueden, que nuestras familias nos están apoyando económicamente, que tenemos hipotecas que pagar y que esto no tiene horizonte de fin. ¿La salida? Muchos estamos tramitando la ciudadanía ucraniana para nuestro hijo, y tras ella, la concesión de un pasaporte que nos permita regresar a España y retomar nuestro vida. Allí tendremos que iniciar las acciones legales correspondientes contra el Estado para que reconozca a nuestros hijos como españoles, algo que hoy por hoy se les deniega. Son los #apatridasEspañoles.
Mientras, aquí seguimos esperando...